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Por Daniela Philipp

En mi última publicación hablé de la importancia de las habilidades blandas ―tales como el optimismo, la resiliencia y la persistencia― para que los niños tengan una vida exitosa. No nacemos con estas habilidades y éstas constituyen un factor que podemos cambiar. De hecho, estas habilidades se forman a partir de nuestras primeras experiencias, a lo largo de nuestra infancia y adolescencia. En esta publicación quiero reflexionar sobre la siguiente pregunta: Si existe una ventana de oportunidad durante el cual se forma el carácter de una persona, el mismo que le ayudará a lo largo de su vida a encontrar el éxito, ¿cómo podemos sacar el mayor provecho de este periodo?

Esa es la gran pregunta que constituye un desafío para todos los padres. Ciertamente, no existe ninguna fórmula para lograr una crianza exitosa, pero cada vez hay más evidencia científica de que pequeñísimos actos pueden tener efectos muy positivos en los niños: ¡abrazos y mimos cariñosos!

En su columna dominical del 20 de octubre pasado en el NY Times, Nicholas Kristof se refirió a algunos de estos hallazgos. Por ejemplo, las investigaciones realizadas en ratas muestran que las crías de rata que han sido profusamente lamidas y acicaladas por sus madres están mejor preparadas para enfrentar el estrés. Además, les va mucho mejor cuando se trata de encontrar la salida de los laberintos y, lo que resulta aún más intrigante, muestran diferencias en su anatomía cerebral al compararlas con ratas que fueron menos lamidas y acicaladas por sus madres. En otra publicación de nuestro blog, Florencia López Boo mencionó hallazgos similares: las crías de rata que crecieron con insuficiente lamido y acicalado a la postre muestran mayores niveles de ansiedad y emotividad negativa.

Si estos hallazgos se aplican al género humano, esto significa que los abrazos y mimos ―equivalentes humanos a las lamidas y acicalado de las ratas― pueden preparar a los niños para la vida a largo plazo. Y la evidencia muestra que este es en realidad el caso. Kristof menciona, por ejemplo, un interesante estudio de largo plazo realizado por investigadores de la Universidad de Minnesota, el cual reveló que el apoyo de los padres durante la infancia era tan importante como el coeficiente intelectual para predecir si un niño logrará graduarse de la escuela secundaria. El economista ganador del premio Nobel, James Heckman, también sostiene que durante la infancia el entorno familiar es un importante predictor de las habilidades cognitivas y socioemocionales futuras y que la ausencia de apoyo por parte de los padres puede perjudicar los logros de los niños.

Por lo general, las familias pobres y desfavorecidas tienen menos acceso a recibir apoyo en la crianza de sus hijos. Esto podría llevarlas a desarrollar prácticas de crianza nocivas. Rand Conger de la Universidad de California en Davis lo describe como “El Modelo del Estrés Familiar” (inglés). Según este modelo, las dificultades económicas pueden tener efectos adversos en las emociones, los comportamientos y las relaciones de los padres, y pueden afectar negativamente los esfuerzos que éstos hacen para criar a sus hijos. Esto aumenta el riesgo de que los niños sufran problemas de desarrollo que tendrán consecuencias a largo plazo, las mismas que se reflejarán en los resultados de sus estudios y su vida profesional.

No es ningún secreto que ser padre no es nada fácil, se tenga una situación acomodada o no. Pero para los padres pobres a menudo resulta difícil satisfacer las necesidades de sus hijos. Por lo tanto, ellos deberían, desde el principio, recibir apoyo para saber qué es lo más importante en el desarrollo de sus hijos. Los programas de desarrollo infantil temprano tienen la gran responsabilidad de construir las habilidades necesarias para la crianza y ayudar a las familias a entender cuán importante es la calidad de la relación y las interacciones que tienen con sus hijos cada día. Por ejemplo, dichos programas pueden informar a los padres acerca de la importancia de las pequeñas demostraciones de amor y afecto, como son los abrazos cariñosos. Me gustaría saber más sobre los esfuerzos que se están haciendo en América Latina y el Caribe para trabajar con las familias en esta dirección.

Daniela Philipp es consultora en la División de Protección Social y Salud del BID. Daniela trabaja en las áreas de salud, nutrición y desarrollo infantil temprano.

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