Por Clara Alemann
Fuente: Guía de cuidados infantiles para una nueva paternidad. AHIGE
Leí con inicial desaliento un artículo sobre los recientes resultados en la práctica de los esfuerzos escandinavos de promover roles combinados de proveedor/cuidador tanto para hombres como para mujeres, así como la paternidad activa. La conclusión del estudio era que después de más de treinta años de políticas públicas en este sentido (licencias de paternidad, custodia compartida en caso de divorcio, contextos laborales que permiten la conciliación familiar-profesional, igual remuneración entre hombres y mujeres, etc.) los padres escandinavos han aumentado el tiempo que dedican al cuidado de sus hijos pero las madres continúan dedicando más. El estudio describe cómo algunos aspectos de la división sexual del trabajo se mantienen: hombres más responsables por generar ingresos y las mujeres por el cuidado infantil. Los roles de las mujeres parecen haber cambiado más que los de los hombres. Trabajar por un ingreso ya no es opcional para ellas, mientras que compartir la tarea del cuidado de los niños sí lo es para ellos.
Al mismo tiempo, en un estudio sobre la igualdad de género y la calidad de vida realizado en Noruega, el 70% de los hombres y el 80% de las mujeres dicen estar satisfechos con la igualdad alcanzada y que la violencia intrafamiliar se ha reducido dramáticamente. Esto está asociado, según el estudio en cuestión, con una participación equitativa en la toma de decisiones entre el padre y la madre, y un mayor involucramiento del padre en las tareas de cuidado y crianza.
Resulta claro que cambiar creencias y normas sociales respecto a los roles de género, arraigadas por generaciones, es un proceso de largo plazo. Las políticas y leyes pueden hacer bastante, pero deben ser acompañadas por un esfuerzo de educación sostenido y masivo. Es necesaria una reflexión colectiva e individual sobre aquellas normas y prácticas que no conducen a una sociedad que favorezca la igualdad de oportunidades, así como una vida digna, el disfrute de la salud, y el desarrollo del propio potencial para cada miembro de la sociedad, independientemente de su género, raza y nivel socio-económico.
Es probable que haya patrones de conducta que no cambien nunca o tarden décadas en hacerlo. Sin embargo, los países escandinavos han creado las condiciones para que este cambio sea una opción. Esto es, para que madres y padres puedan elegir cómo distribuir los roles y responsabilidades de cuidado y de trabajo remunerado, sin someter a unas y otros a una única alternativa basada en una division sexual rígida del trabajo. Lo más importante es que esto ha tenido un impacto positivo en la calidad de vida de los padres, madres y sus hijos, no porque compartan necesariamente la ideología de la equidad de género, sino por la experiencia práctica de la vida cotidiana y el bienestar asociado a relaciones familiares más equitativas.
La buena noticia es que numerosas investigaciones y experiencias, siendo la escandinava posiblemente la más extrema, demuestran que las normas sociales y el consecuente cambio de prácticas a nivel familiar e individual ocurre y es posible. En materia de paternidad activa, hay algunas valiosas iniciativas que se están llevando a cabo en países de nuestra región. No se pierdan este video para conocer más sobre ellas.
Clara Alemann es consultora de la División de Género y Diversidad. Su trabajo se centra en el análisis de los determinantes sociales de la pobreza, y la integración de un enfoque de género y diversidad en el diseño e implementación de estudios y operaciones de protección social y salud, en las áreas de salud sexual y reproductiva, programas de transferencias condicionadas, desarrollo infantil temprano y juventud en riesgo.
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