Hace unos días conocí a Paulina en una tienda de artículos electrónicos. Me comentó que era su último día de trabajo: había renunciado para cuidar a Manolo, su hijo de 3 años. Ellos y su esposo, viven en una casita prefabricada que instalaron en el patio de su suegra. Ambos trabajan por el salario mínimo y juntos reúnen menos de lo que necesitarían para vivir mejor. Les vendría bien que ella trabajara a tiempo completo. Sin embargo, vuelve a casa. A 5 cuadras de donde ellos viven hay un jardín infantil, pero estos padres han decidido no matricular a Manuel. Ésta no es una situación aislada: en Chile casi la mitad de niños y niñas que no asisten a jardín de infantes, centros de cuidado infantil o de educación preescolar pertenecen a hogares del primer quintil de ingresos. ¿Qué es lo que explica esta situación?
No cabe duda que la falta de centros y cupos, así como la mala localización de algunos que se sitúan en lugares donde no existe demanda, son obstáculos objetivos. Sin embargo, hay factores de naturaleza cultural que explican buena parte de las decisiones de no envío de los hijos a centros infantiles. Según la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional, 8 de cada 10 familias que no matriculan a sus hijos en salas o jardines, no lo hacen porque dicen que lo pueden cuidar en la casa, o porque no les parece necesario que los niños asistan a tan temprana edad. Entre éstas últimas, la mayoría piensa que el jardín es útil sólo porque prepara a los niños para desempeñarse mejor en la escuela.
El programa de Gobierno de la Presidenta Bachelet ha incluido entre sus metas prioritarias, la expansión significativa de la oferta de servicios de cuidado infantil y educación preescolar, decisión que ha sido recibida como una muy buena noticia porque nuevos cupos significan más oportunidades para combatir las desigualdades desde los primeros años de vida. Pero también es importante ocuparse de las limitaciones en el acceso por el lado de la demanda.
Una política de expansión de esta naturaleza, requiere conocer en profundidad los factores que inciden en que una familia envíe o no a su niño a una sala cuna o jardín infantil y, generar en base a ellos, estrategias de promoción de la demanda. En este punto, la medida de ampliación de cobertura enfrenta un doble desafío. Por un lado, trabajar en torno a las creencias de las familias sobre el cuidado y la educación de sus hijos. Muchos padres ven en salas cuna y jardines sólo una alternativa de cuidado. Además, en muchos sectores prevalece la fuerte creencia de que es a la madre a quien le corresponde cuidar a los hijos y por el mayor tiempo que sea posible, lo que genera una serie de aprehensiones sobre el rol de las educadoras y del cuidado que se brinda a niños y niñas en los establecimientos. En el post ¿Muy chico para ir al jardín? habíamos hablado sobre este mismo tema en el contexto uruguayo.
Por otro lado, es preciso atender a las expectativas de las familias sobre la calidad del cuidado que esperan que se les provea a sus hijos e hijas. Además de información, la mejor manera de estimular demanda es ofrecer servicios de calidad. Las características de los centros que son importantes para las familias tienen que ver con aspectos como seguridad, infraestructura e higiene, baños independientes, provisión de comidas, número de niños por adulto a cargo, posibilidad de que los padres visiten el jardín o sala cuna a cualquier hora y que el centro cuente con reconocimiento oficial o respaldo de una institución. Pero sobre todo tienen que ver con el trato que dan las educadoras a los niños o lo que los especialistas llaman la calidad de los procesos o interacciones entre ellos. Sin duda, estándares básicos que debieran ser parte de la política.
Hablé de esto con Paulina. No sé si cambiará su decisión de dejar de trabajar por cuidar a Manolo. Pero al menos se entusiasmó con la idea de ir a conocer el jardín. ¿Los padres y madres en tu comunidad piensan igual que ella? Comparte este post si crees relevante hacerlos ver cuán importante es.
Patricia Jara es socióloga en la División de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo. Su trabajo en el BID esta relacionado con políticas y programas dirigidos a poblaciones en situación de vulnerabilidad.
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