© Blog Primeros Pasos de la División de Protección Social y Salud del BID
por Patricia Jara
Foto original de Curt Smith
Ésta es una exclamación habitual entre padres y madres que tienden a asumir con poco entusiasmo la idea de vincularse con los centros a los que concurren sus hijos. Considerando lo importante que es que la familia se involucre activamente en su proceso de desarrollo desde edades tempranas, es necesario repensar las dinámicas de vinculación de los padres con centros infantiles y de educación preescolar. Pero, ¿por qué esto es tan importante?
Asistir al jardín no garantiza por sí solo que se logren buenos resultados en el desarrollo y el aprendizaje de los niños. La calidad del servicio entregado es fundamental, tanto como el rol del hogar para matizar los efectos de esa experiencia. Los centros y jardines pueden exponer a los niños a mayores riesgos o protegerlos contra éstos generando efectos beneficiosos en los niños. Y, no importa cuánto tiempo pasen los niños en los centros, pues los padres y el ambiente familiar siguen teniendo un rol predominante. La ecuación parece sencilla: a mayor calidad de las intervenciones, mejores son los efectos que se aprecian en el niño en sus distintas áreas de desarrollo, social y cognitivo. Y, un factor de calidad, está relacionado con el tipo de relación que los centros establecen con las familias.
Esto es particularmente importante en los hogares de menores ingresos. Las intervenciones educativas en la primera infancia ayudan a potenciar el desarrollo de los niños en la medida en que éstos reciben la estimulación adicional que necesitan. Los modelos exitosos más conocidos, combinan servicios de cuidado fuera del hogar con alguna labor focalizada en los padres, ya que esto permite trabajar más integralmente con el niño y su familia y lograr un mayor impacto, sobre todo si en los centros, además de cuidados, se realiza estimulación y se trabaja con un currículo apropiado.
Involucrar a los padres en las actividades del centro y dirigirlas especialmente a ellos para modelar actitudes y actividades que pueden desempeñar con sus hijos, puede contribuir a este propósito. Por eso se recomienda que las intervenciones basadas en salas cuna y en centros, incluyan alguna modalidad de apoyo familiar y educación de padres que complementen los efectos directos en los niños.
Al respecto, Chile tiene un camino importante que recorrer. A pesar de conocidas experiencias como el programa Conozca a Su Hijo, parece necesario reinventar la modalidad de provisión de servicios en salas y jardines, para que no sólo existan espacios para la presencia de los padres y cuidadores sino que éstos mismos sean parte de un proceso educativo mayor en torno a la estimulación, crecimiento y desarrollo de sus hijos e hijas. Consistente con este objetivo, el programa del actual gobierno reconoce la importancia de apoyar a la familia para el buen cumplimiento de su rol y se compromete a desarrollar una Política de Fortalecimiento de la Capacidad Parental de la familia.
El plan para la reforma de la educación parvularia, menciona explícitamente la tarea de crear una política que permita a las familias participar y colaborar en el proceso educativo y en la toma de decisiones que conciernen a sus hijos, incorporando orientaciones, estrategias y acciones para asegurar un contacto regular entre los centros educativos y las familias.
El desafío de esta tarea no es menor. Significa no sólo modificar ciertas prácticas de los centros sino también generar oportunidades concretas para que ese contacto regular sea sustantivo. ¿La meta? Que la próxima vez que padres y madres deban concurrir a una actividad educativa en su centro infantil o preescolar de referencia, la exclamación natural sea “¡Qué rico! Tengo reunión de padres en el jardín de mi hijo…”.
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Patricia Jara es socióloga en la División de protección social y salud del Banco Interamericano de Desarrollo. Su trabajo en el BID esta relacionado con políticas y programas dirigidos a poblaciones en situación de vulnerabilidad.
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