Foto de Nathan Jones
El año pasado llevé a mis hijas de 5 y 6 años a Disneylandia. Tras saludar y sacarnos fotos con un sinnúmero de personajes que se nos cruzaba por el camino, subirnos a todo tipo de carritos, trenes y carruseles y disfrutar de los más variados espectáculos me encontré con la carita cansada de mi hija preguntando, “Oye mamá, ¿en este lugar no existe un parque normal donde los niños podamos solo jugar?”
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“Solo jugar”. Eso era lo que me pedía mi niña, que había dejado de disfrutar del exceso de estímulos que le rodeaba. Por suerte a los pocos metros hallamos un enorme cajón de arena en el cual habían escondidos algunos “huesos de dinosaurio” y varios niños se encontraban concentrados en desenterrarlos. Poco a poco los pequeños paleontólogos se fueron conociendo y terminaron organizándose para construir “la montaña de arena más alta del mundo”. Esta tarea requirió de mucho trabajo y de un nivel bastante sofisticado de organización y coordinación entre los niños.
Unas semanas más tarde, de vuelta en el BID, escuchaba a los funcionarios de un programa de desarrollo infantil en la región conversar sobre su aprendizaje relacionado con las mejores prácticas en el diseño y construcción de espacios de juego para niños. Sonreí para mis adentros recordando mi aventura.
Mientras escuchaba la conversación, hacía mi propia lista, una “de mamá”, con los elementos críticos que debería tener un espacio de juego infantil. Trataba de imaginarme qué características debería tener un espacio que sirva para “solo jugar”, como lo había dicho mi hija. Esta es mi lista:
- Espacios versátiles para imaginar, que se presten para el juego de roles, con materiales que con un poco de fantasía puedan servir de todo tipo de accesorios para el juego (troncos que hacen de sillas, piedras que se convierten en naves espaciales, o palos que se transforman en huesos de dinosaurio, por ejemplo).
- Espacios amplios, iluminados, ventilados, en donde los niños puedan admirar y explorar elementos de la naturaleza (plantas, piedras, ramas, agua, tierra, arena, por nombrar algunos).
- Espacios seguros, en los cuales los niños puedan “tomar riesgos” sin exponerse al peligro y aprendan a confiar en sí mismos, a confiar en los demás y a pedir ayuda.
- Espacios amigables que promuevan la interacción y el juego grupal pero donde también pueda sentirse cómodo aquel pequeño que necesita jugar solo durante un rato.
Construir un espacio de juego con estas características no parece una tarea excesivamente cara ni demasiado compleja. Debería estar al alcance de todos los municipios, de todas las escuelas, de todos los preescolares. Seguro hay más de una ciudad que se encuentra pensando en cómo construir más y mejores espacios de juego y hasta de transformar espacios que hoy no cumplen en esa función. Toronto, por ejemplo, transformó estacionamientos abandonados a la orilla del lago en una playa pública.
¿Cuáles son tus espacios de juego favoritos? ¿Cómo puede tu comunidad organizarse para mejorar los espacios de juego que ofrece a sus niños?
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