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Por María Caridad Araujo. 

En el área del desarrollo infantil, todos conocemos intervenciones maravillosas que han sido implementadas con éxito por organizaciones locales en escalas muy modestas (una comunidad, una escuela, un centro comunitario). Pero, ¿qué sucede cuando decidimos llevar ese modelo a una escala mayor? Ocurre que nos encontramos con una serie de dificultades prácticas que pueden llegar a poner en riesgo la factibilidad y los resultados del programa.

Aquí te ofrezco algunas herramientas para anticipar y resolver este tipo de problemas:

  1. Identificación de los beneficiarios.

No se trata de reinventar la rueda. Aprovecha los sistemas de focalización con los que cuentan ya la mayoría de los países de la región, muchas veces asociados a otros programas de bienestar social como los de transferencias monetarias condicionadas.

  1. Disponibilidad de recursos humanos que cumplan con el perfil profesional requerido.

Esto es particularmente complejo cuando se trabaja en zonas rurales o dispersas. Requiere entender con anterioridad la oferta local de recursos humanos, ofrecer condiciones laborales atractivas y tener cierta flexibilidad en los procesos de selección. En el mediano plazo, requiere también trabajar con las instituciones de educación superior para asegurar que se produzca el personal que requiere el programa.

  1. Capacitar a escala.

Con frecuencia se cae en la tentación de sacrificar la duración, cantidad y calidad de las capacitaciones en el esfuerzo de hacerlas masivas. Este es un error que hay que evitar planificando adecuadamente los recursos y los cronogramas. Es indispensable seleccionar bien a las personas que llevarán a cabo las capacitaciones. También se requiere prever no solo la capacitación previa para el personal que se incorpora al programa, sino también diseñar procesos de capacitación continua.

  1. Supervisión y mentoría.

Parte de la capacitación continua, la supervisión y mentoría son esenciales para asegurar que la intervención se implemente con fidelidad además de ser una pieza clave del sistema de monitoreo y seguimiento del programa. Es importante invertir en la capacitación adecuada de los supervisores y proveer condiciones laborales atractivas y oportunidades de desarrollo profesional, de tal manera a minimizar la rotación de personal. La supervisión y mentoría deben realizarse en un ambiente constructivo ya que es deseable que el personal de campo no vea este como un espacio de evaluación constante ni que genere estrés. Por el contrario, es el espacio en el cual los supervisores demuestran el tipo de relaciones que se quiere construir entre proveedores y familia: de respeto mutuo y de apoyo.

  1. Producción y distribución de materiales.

Es indispensable conocer los procesos de compras públicas a fondo y anticipar los cronogramas de implementación de manera realista. Esto asegurará que el material esté listo y llegue a donde debe llegar antes del inicio del programa.

  1. Rotación frecuente del personal.

Este es un desafío común a los programas de desarrollo infantil en todo el mundo. Se puede mitigar con incentivos laborales adecuados (salarios y beneficios competitivos), con procesos de mentoría y supervisión de buena calidad y con oportunidades de crecimiento y desarrollo profesional para el personal del programa.

  1. La condena del éxito.

Puede ocurrir que si el programa alcanza una escala importante y opera con éxito, se convierte en una plataforma efectiva de llegada a las familias. En estas circunstancias, existe la tentación de otros programas y servicios sociales que han sido menos exitosos en ese proceso, de “sumarse” a esa plataforma para llegar a las familias con una oferta más amplia de servicios.

Es muy importante manejar ese proceso con cuidado pues se puede llegar a sobrecargar al programa original de componentes y al personal de responsabilidades, sacrificando el logro de los objetivos esenciales. Para prevenir este riesgo, recomendamos:

a. Manejar con cuidado las expectativas de otras entidades del sector;

b. Pensar en estrategias de articulación inteligentes que reconozcan las limitaciones de cada uno de los actores que se articulan;

c. Entender el costo y beneficio marginal de cada uno de los componentes del programa;

d. Identificar si todos los componentes considerados son necesarios para toda la población beneficiaria o si es posible diseñar esquemas diferenciados.

¿Se te ocurren otras consideraciones a tener cuenta? Compártelas con nosotros en la sección de comentarios abajo o siendo parte de la conversación siguiendo a @BIDgente en twitter.

María Caridad Araujo es economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo.

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Siete herramientas para llevar un programa a escala
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