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Por la Dra. Marisa Aizenberg.

Son innumerables los casos de mujeres que sufren maltrato, abuso en la prescripción de medicamentos y agresiones en el momento del parto. Este trato deshumanizado en el hospital o el centro de atención es conocido como violencia obstétrica.

Tomemos el ejemplo de Verónica, quien llegó a un hospital Materno Neonatal en pleno trabajo de parto y no habría recibido la atención médica adecuada en tiempo oportuno, por lo que comenzó el proceso de alumbramiento en el propio baño público.

En Argentina, se han dictado en los últimos años una gran cantidad de normas entre las que se destacan la Ley Nº 26.529, la Ley Nº 26.485 de Protección de Violencia hacia la Mujer y la Ley Nº 25.929 de Protección del Embarazo y del Recién Nacido, con lo que se logra la protección de los derechos de las pacientes como Verónica. En el Ministerio de Justicia funciona, además, una oficina  que recibe denuncias de violencia obstétrica.

Por su parte, el Ministerio de Salud de la Nación trabaja sobre esta problemática y lleva adelante acciones vinculadas al modelo de maternidad centrada en la familia. Pero a pesar de todos estos avances, la violencia obstétrica sigue presente.

¿Cómo erradicarla?

Una de las claves es la información. Las mujeres tienen derecho a:

1. Conocer las distintas alternativas de intervención médica en ocasión del embarazo, parto y post parto, así como el derecho a poder elegir entre alguna de ellas.

2. Estar acompañadas en ese momento por la persona que elijan, sí así lo desean.

3. Que se respeten sus tiempos biológicos, evitando la excesiva medicalización, las prácticas invasivas o la administración de fármacos que no estén debidamente justificados (por ejemplo, para acelerar el proceso de parto).

4. Que no se ejerza sobre ellas ningún tipo de violencia, sea física (inmovilización mediante ataduras a la cama, existen denuncias de este tenor que pesan sobre el servicio penitenciario) o verbal (mediante el uso de lenguaje inapropiado o despectivo).

5. Un trato respetuoso, que asegure la intimidad, la confidencialidad, así como los valores, pautas culturales y creencias de cada individuo.

¿Estamos preparados?

Ahora bien, nuestros hospitales, ¿poseen las condiciones adecuadas que permitan el cumplimiento de estos derechos? Nuestras sociedades, ¿se encuentran culturalmente adaptadas para aceptar que la mujer y el recién nacido sean los verdaderos protagonistas del nacimiento?

Para responder a estos interrogantes, pensemos por un momento en el funcionamiento de nuestro modelo de atención sanitaria, donde existe una medicina paternalista y centrada en el equipo de salud. Un ejemplo claro de ello, son las camillas de parto cuyo diseño se adapta más a la comodidad del equipo médico que de la parturienta.

Sabemos que no resulta fácil cambiar prácticas que se encuentran fuertemente arraigadas y se reiteran casi inercialmente, pero debemos advertir que éstas, lejos de ser una herramienta útil, atentan no solo contra la mujer sino contra la buena praxis del equipo de salud.

Las deficiencias en la organización de los servicios sanitarios, las guardias irrazonables de 24 horas y la sobrecarga de tareas del personal de salud, el aumento en la demanda de atención de salud, la falta de insumos, la infraestructura obsoleta, la demora en la asignación del personal  y la carencia de una formación adecuada de los recursos humanos; son sólo algunas de las causales de la naturalización del maltrato institucional y del creciente número de casos de violencia que se observan, cada vez con mayor frecuencia, en las guardias hospitalarias.

Por eso, el respeto por un parto humanizado exige replantear el rol de las autoridades sanitarias para dar respuesta a las nuevas complejidades del sector y a la efectividad de los derechos ciudadanos en salud, así como el rol del propio equipo de salud, desde el empleado administrativo que recibe al paciente –que debe estar debidamente entrenado- hasta el director de la institución.

La violencia obstétrica en América Latina

Las últimas décadas han dado cuenta de ciertos avances en la región.

Pero muchos países siguen en deuda con sus mujeres al no existir legislación que las proteja ni  programas y políticas que garanticen a la parturienta el derecho a recibir una atención digna y respetuosa.

Conclusión

El parto como espacio de una escena familiar fue reemplazado poco a poco por la tecnología y la imposición de prácticas sanitarias que hicieron que la parturienta perdiera el lugar central de aquella escena, junto a sus derechos.

El caso de Verónica en Argentina nos permite reflexionar y resignificar ese momento único -físico y emocional- que implica el proceso de embarazo, parto y postparto.

Se trata de un problema de salud pública que debe enfocarse desde una visión de derechos humanos para garantizar a las mujeres una atención respetuosa, sin discriminación, que proteja su autonomía, dignidad y salud.

Humanizar el trato, informar, ponerse en el lugar del otro, evitar la reiteración de viejas prácticas instaladas en el proceso de atención de salud, son tal vez, buenos puntos de partida para emprender el camino hacia un parto y nacimiento respetados.

Dra. Marisa Aizenberg es la Directora Académica del Observatorio de Salud de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

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¿Quién debe ser el protagonista del nacimiento, el médico o la madre y su bebé?
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