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Por Patricia Jara.
Las startups están de moda. Se trata de una tendencia que goza de gran popularidad y básicamente consiste en impulsar el desarrollo de nuevos negocios a partir de ideas innovadoras que simplifiquen procesos y generen mejores resultados. Así, surgen diversas convocatorias a eventos de creación colectiva donde se buscan soluciones a problemas concretos presentados como desafíos. Eventos de esta naturaleza invitan al despliegue de la creatividad y provocan a la imaginación para resolver problemas. Cuando el desafío tiene que ver con las discapacidades, es inevitable pensar en las múltiples posibilidades que ofrece la tecnología.
Probablemente vengan a la mente imágenes relacionadas con la robótica de la discapacidad, esto es, el desarrollo de dispositivos diseñados para corregir limitaciones de movilidad o la creación de herramientas para favorecer la comunicación de las personas con discapacidad visual, auditiva o del habla. La gama de aplicaciones es extraordinaria y es posible encontrar desde prototipos de nuevas sillas de ruedas, hasta ayudas técnicas que operan como verdaderas extensiones del propio cuerpo, como manos, brazos y piernas y que logran una increíble efectividad funcional. Este ámbito del desarrollo tecnológico es, sin duda, uno de los principales aportes de la ciencia moderna a la inclusión de las personas con discapacidad.
Más allá de lo obvio
Hace algunos meses, el Servicio Nacional de la Discapacidad de Chile, con apoyo del Laboratorio de Gobierno, la organización Lead to Change y el Banco Interamericano de Desarrollo, lanzó un desafío abierto a la ciudadanía para recoger ideas innovadoras que mejoren las condiciones de vida de las personas con discapacidad. Entre las propuestas finalistas, un número importante se enfocaba en desarrollo tecnológico aplicado a ayudas técnicas para desenvolvimiento funcional de las personas con discapacidad.
Hubo, sin embargo, una iniciativa que llamó particularmente mi atención. Se trata de un modelo de gestión para la continuidad de la atención y el seguimiento a pacientes crónicos de alta complejidad. Consiste en generar un canal de comunicación entre el equipo tratante del hospital y el equipo del consultorio mediante telemedicina. Inicialmente, no le vi mayor gracia porque me pareció una idea poco innovadora, más centrada en la gestión y sobre una práctica que debería existir de todos modos. Sin embargo, cambié radicalmente de opinión cuando escuché a los médicos del hospital Ezequiel González Cortés presentar los fundamentos de su iniciativa.
Aunque el modelo de redes asistenciales contempla un marco así, en la práctica es difícil la articulación entre niveles. Más aún cuando se trata de dar seguimiento a un paciente que egresa de una estadía hospitalaria y regresa a su comunidad. En ausencia de un protocolo más estructurado que le dé continuidad a la atención, son los propios pacientes y sus familiares quienes asumen los enormes costos que esto genera. Además, deben seguir trasladándose al hospital para la realización de sus controles, lo cual implica tiempo, esfuerzo y dinero adicional. Esto afecta la continuidad de los tratamientos y la vigilancia de las condiciones de salud, pues las personas descontinúan las visitas o simplemente abandonan el tratamiento, con un impacto negativo directo sobre su salud.
¿Qué beneficios aporta esta startup?
La telemedicina como estrategia de comunicación para discutir casos complejos y compartir criterios sobre procesos de rehabilitación entre los equipos clínicos, particularmente al momento de transferir pacientes, ofrece importantes beneficios.
Por un lado, puede disminuir significativamente las visitas hospitalarias de los usuarios al trasladar las citas para control y tratamiento a la unidad de salud o al centro comunitario de rehabilitación más cercano a su domicilio. Así, favorece la permanencia del paciente en su comunidad, manteniendo a su vez la continuidad de los tratamientos, algo fundamental especialmente si se trata de potenciar procesos de rehabilitación.
Definitivamente, la integración de redes asistenciales mediante protocolos de comunicación continua entre equipos clínicos debería ser habitual en los sistemas de salud. Pero sabemos que, en la práctica, es necesario reinventar los esquemas de gestión que los hagan más eficientes en su funcionamiento y más eficaces para los usuarios. Así, la telemedicina se convierte en una propuesta aparentemente sencilla pero de muy bajo costo, alto potencial de réplica y altos retornos para los equipos de salud y sus pacientes.
Y tú, ¿cómo utilizarías un startup para revolucionar la salud de las personas con discapacidad? Cuéntanos en la sección de comentarios o mencionando a @BIDgente en Twitter.
Patricia Jara es socióloga en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo en la oficina de Chile.
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