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Por Patricia Jara.
Un científico ruso indica que para el 2050 la esperanza de vida podría alcanzar los 120 años en los países desarrollados. Si bien es difícil predecir, es una realidad que la esperanza de vida ha aumentado y esto se toma como una buena noticia, un indicador del desarrollo logrado por las sociedades modernas y un resultado atribuible, en buena medida, a la ciencia y la tecnología, empeñadas en lograr una mayor expectativa de vida. Sin embargo, en el día internacional de las personas de edad, queremos reflexionar sobre lo que significa vivir más años.
Vivir más no siempre es vivir mejor
Varias voces alertan sobre el hecho que, si bien vivimos más, no necesariamente lo hacemos en buenas condiciones. Al respecto, hay dos mensajes principales: primero, envejecimiento no es sinónimo irremediable de pérdida de calidad de vida. Al contrario, el desafío está en envejecer bien. Y segundo, si la población vivirá más tiempo, las sociedades tienen que prepararse para sostener una población con esas condiciones.
Cómo envejecemos y cómo coexistimos con la nueva vejez son dos preguntas ante las cuales América Latina y el Caribe no pueden quedar indiferentes. Si bien la mayoría de los países latinoamericanos todavía están en proceso de transición demográfica, en muchos de ellos ya se han encendido las alertas sobre este tema.
Hay que ser conscientes que el bono demográfico (mayor proporción de personas en edad de trabajar en relación a las personas que no pueden hacerlo) no va a durar mucho tiempo y, en algunos países, ya comienza a invertirse progresivamente la proporción entre población en edad productiva y población dependiente. Esto no se produce porque nazcan más niños (los que aportarían a engrosar la proporción de la población inactiva) sino porque está aumentando el número de personas mayores, en países que además tienen tasas de fecundidad cada vez más bajas.
El caso de Chile nos enseña a tomarlo con pinzas
El caso de Chile puede resultar interesante para entender hacia dónde nos llevan estas tendencias demográficas y epidemiológicas. En este país cada vez nacen menos niños, las personas viven más, y aunque se enferman menos, las enfermedades son más crónicas durante la vejez. Por lo tanto, habrá cada vez más personas con necesidad de ser cuidadas.
Demos una mirada a esta realidad en cifras: la población de adultos mayores en Chile va en progresivo aumento y se espera que para 2025 una de cada 4 personas sea mayor de 65 años. El envejecimiento poblacional es considerablemente superior al promedio observado en el resto de América Latina (39,6 adultos mayores por cada 100 niños y jóvenes) y cercano a lo registrado en los demás países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Pero eso no es todo: cada vez aumenta más la proporción de personas (36% de la población) que convive en hogares con, al menos, una persona mayor de 60 años y cada vez son más los hogares que tienen por jefe o jefa de familia a una persona mayor. De hecho, la mitad de las personas mayores de 60 años vive en hogares donde el jefe de hogar también es una persona mayor.
¿Estamos o no preparados para hacernos cargo de cómo envejecemos?
En el caso de Chile, desde luego que no. Si se analizan algunos indicadores relacionados con salud y calidad de vida, se encienden alarmas que anticipan que es necesario tomar acción. Por ejemplo, entre las personas de 65 años y más:
- el 96% es sedentaria
- el 75% presenta signos de obesidad abdominal
- el 74% tiene hipertensión arterial
- el 48 tiene riesgo alto o muy alto de sufrir una enfermedad vascular en el corazón o el cerebro
- el 26% tiene diabetes tipo 2
En cuanto a hábitos nutricionales, según datos del Ministerio de Salud, la proporción de adultos mayores que cumplen con las recomendaciones alimentarias básicas no supera el 20% y sólo 2 de cada 5 personas mayores presenta un estado nutricional normal. Otro dato interesante que vale la pena considerar es que la población adulta mayor consume un alto número de medicamentos, con un promedio de 4,2 por día, casi el doble del grupo menor de 65 años. Hay una cifra que llama la atención en todo este panorama de manera positiva: el alto porcentaje de personas mayores no dependientes, con cifras de autovalencia estimadas entre un 70 y 76%, según la fuente y criterio de valoración funcional.
Envejecer no debe ser una experiencia dramática
Con estas cifras vemos que no basta con aumentar de manera extrema la esperanza de vida, sino que es necesario generar condiciones que aseguren un piso básico de calidad de vida, prevenir la aceleración del deterioro y adquirir prematuramente hábitos saludables que contribuyan a una mayor autonomía hacia el futuro. El desafío es evitar las dos trampas mortales del envejecimiento cuando no existen políticas acordes a esa transformación: vivir más años, pero en malas condiciones. Y vivir más, pero más empobrecidos.
¿Cómo se está preparando tu país para hacerse cargo del envejecimiento poblacional? ¿Cómo te estás preparando tú para envejecer bien? Cuéntanos en la sección de comentarios o mencionando a @BIDgente en Twitter.
Patricia Jara es socióloga en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo en la oficina de Chile.
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