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Algunas consecuencias del cierre de escuelas en el proceso de aprendizaje

La llegada del COVID-19 a América Latina y el Caribe ha generado tensiones en materia sanitaria, social y económica. En educación también, y puede decirse que, nos llovió sobre mojado. Antes de la pandemia, la región ya enfrentaba  bajos niveles de aprendizaje, lo cual sumado al cierre de escuelas generará mayores desafíos, pues en promedio se completaron 154 días sin clases presenciales entre marzo de 2020 y junio 2021.

Las consecuencias incluirán pérdidas de aprendizaje y pérdidas económicas, que para América Latina y el Caribe se han estimado en US$1.700 millones. La pérdida de aprendizajes de los estudiantes se puede explicar por tres factores: i) interrupción de la educación, ii) limitaciones para acceder a educación virtual, y iii) aumento en la deserción; y sobre estos los estudios comienzan a indicar que el periodo de alfabetización fue el más afectado con los cierres escolares.

El cierre de escuelas interrumpe la continuidad de la educación. Diversos estudios han analizado el efecto de desastres naturales, epidemias, huelgas docentes y vacaciones, y los resultados indican que por cada día de escuela que se pierde, se pierden entre medio día y 3 días de aprendizaje, dependiendo del país. Estas pérdidas se amplían con el tiempo y de no remediarse, pueden llegar a representar años de aprendizajes perdidos. Esta situación afecta en mayor proporción a los estudiantes más vulnerables, aumentando la desigualdad y las brechas entre distintos niveles socioeconómicos.

En segundo lugar, las escuelas que atienden los sectores más vulnerables tienen menos facilidades tecnológicas. Más del 80% de los estudiantes de bajo ingreso socioeconómico en la región tienen limitaciones tecnológicas en el hogar, comparado con un 10% de los estudiantes de ingresos altos, lo cual sigue limitando sus posibilidades de aprendizaje.

Las dificultades para el aprendizaje remoto, sumadas a las pérdidas de aprendizaje contribuyen a la desmotivación de estudiantes e impulsan el abandono escolar. Y si esto no fuera suficiente, la pandemia ha afectado significativamente a los hogares más vulnerables, llevando a algunos estudiantes a buscar opciones para traer ingresos adicionales a sus hogares, aumentando la deserción escolar. En África con el brote del Ébola, la deserción subió al 32%.  Las estimaciones indican que en América Latina y el Caribe alrededor de 1.2 millones de niños y jóvenes entre 6 y 17 años no regresarán a la escuela luego de la pandemia. 

Aprender en las escuelas de América Latina y el Caribe en el último año y medio ha sido difícil, y para los estudiantes de los primeros niveles escolares, el reto ha sido aún mayor. Estimaciones recientes indican que el indicador de “Pobreza de Aprendizaje”, que mide la proporción de estudiantes de 10 años que no son capaces de leer y entender un texto simple, en América Latina y el Caribe pasaría de 51% a 62,5%. Esto implica que luego de los cierres escolares consecuencia de la pandemia  2 de cada 3 estudiantes no serán capaces de leer ni comprender un texto adecuado a su edad.

La Visión 2025 nos impulsa a trabajar desde los diferentes sectores en un plan para lograr el desarrollo económico y social de la región. En esa línea, la agenda de recuperación y transformación educativa apunta a aprender de aquellas estrategias continuas de remediación que han demostrado ser efectivas para disminuir la pérdida de aprendizajes, así como trabajar por la implementación de programas de alfabetización innovadores. Por ello, a pesar de que nos llovió sobre mojado, es posible que después de la tormenta encontremos la calma, e incluso logremos mejorar la situación que había antes de la pandemia. 

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Llueve sobre mojado en América Latina y el Caribe
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