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Ante problemas que afectan típicamente a los jóvenes, como la deserción escolar, el desempleo o la precariedad laboral, es muy común escuchar explicaciones como “los jóvenes de hoy están perdidos”, “no saben lo que quieren” o “no se esfuerzan lo suficiente”. De hecho, este tipo de narrativas negativas sobre los jóvenes existe desde hace más de 2000 años ¿Son estas explicaciones correctas? ¿Cómo es que los jóvenes toman la decisión de estudiar o de trabajar y de qué trabajar? Veamos qué dice la evidencia recabada por el BID en su reciente estudio sobre las aspiraciones y la búsqueda de empleo de los jóvenes en Uruguay.

Las aspiraciones son clave

Exploremos el concepto de aspiraciones. Las llamadas aspiraciones ocupacionales reflejan las metas y planes que tiene una persona para lograr un determinado trabajo en el futuro. Aunque no todos los jóvenes van a poder lograr los objetivos que se proponen, sus aspiraciones tienen consecuencias en sus trayectorias educativas y laborales. Según diversos estudios, las aspiraciones de los jóvenes pueden predecir elecciones profesionales, logros educativos, y hasta salarios y prestigio ocupacional durante la edad adulta.

Los jóvenes con bajas aspiraciones pueden llegar a elegir trayectorias educativas menos exigentes, derivando en menores logros laborales. En estos casos, intervenciones e iniciativas que los impulsen a elevar sus aspiraciones podrían mejorar su desempeño. Sin embargo, puede ocurrir que los jóvenes tengan aspiraciones demasiado elevadas o que no estén alineadas con las oportunidades que ofrece el mercado laboral. En este caso, intervenciones que eleven sus aspiraciones no necesariamente mejorarían los logros, sino que hasta podrían resultar contraproducentes generándoles frustración o un peor desempeño laboral.

¿Cómo comparar las aspiraciones de los jóvenes con la realidad?

Un estudio reciente del BID explora cómo viven los jóvenes sus primeras experiencias laborales y mide la brecha entre sus aspiraciones y la realidad del mercado laboral. El estudio aborda, a través de grupos focales y de encuestas a más de mil jóvenes, el caso de Uruguay, un país con indicadores de muy alto desarrollo humano que tiene una esperanza de vida de 75,4 años  y un Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita de 21.269 (en dólares a paridad de poder de compra en 2017), pero en el que la población joven enfrenta grandes desafíos, que van desde una baja tasa de egreso de la escuela secundaria hasta un desempleo e informalidad significativamente mayores al de los adultos.

Algunos hallazgos del estudio nos revelan que:

  • Los jóvenes en Uruguay viven el proceso de búsqueda de empleo con frustración. En en su mayoría obtienen su primer empleo entre los 18 y los 20 años y se enfrentan a procesos de búsqueda prolongados y frustrantes. La falta de experiencia y de conocimientos son percibidas por ellos como las principales barreras al postular a un llamado laboral. 

Yo estuve un año [buscando trabajo], ahora hace tres semanas que empecé a trabajar después de un año buscando. Yo me frustraba […]. O sea, cuando ves que preciso cualquier cosa y me anoto, pero ni así me llamaban de ningún lado y era la frustración de ver mi currículum y decir: ¿qué tiene de malo?

Joven de entre 20 y 24 años participante de grupo focal.

  • Dos tercios de los jóvenes que trabajan están insatisfechos con sus empleos, y los principales motivos por los que quieren cambiar de trabajo son el salario y la poca vinculación entre sus ocupaciones con lo que estudiaron. A su vez, más del 80% de los jóvenes expresan deseos de recibir más capacitación laboral.

“Yo me decepciono un montón porque […], estudiás, estudiás y estudiás […] ¿para qué? Para que cuando llega el momento de trabajar de lo que querés no tenés la oportunidad”.

Joven de entre 20 y 24 años participante de grupo focal.

  • A pesar de las dificultades que enfrentan en el presente, la mayoría de los jóvenes son optimistas en cuanto al empleo que esperan alcanzar en el futuro. Esto se traduce en una brecha aspiracional, una diferencia entre los deseos y la realidad, ya que las aspiraciones laborales de los jóvenes están más allá de las oportunidades que brinda el mercado laboral: el 65% de los jóvenes aspira a tener un empleo de alta calificación en 5 años, pero en realidad solo 20% de la población de esa edad lo logra.

Diferencia entre la distribución de aspiraciones de jóvenes (18 a 24 años) y la distribución de trabajadores (23 a 29 años) por nivel de calificación (%)

Fuente: Encuesta propia del BID
Pregunta: Pensando en tu futuro, en cuanto al trabajo, ¿qué tipo de trabajo te gustaría estar haciendo en 2027, es decir, dentro de 5 años?”

  • Para la mayoría de los jóvenes (6 de cada 10) el trabajo actual no se parece al trabajo deseado en 5 años y en la mitad de los casos no se cuenta con ningún conocido que tenga un trabajo similar al que desean.

  • Las aspiraciones laborales de los jóvenes se encuentran concentradas en un número limitado de ocupaciones: el 45% de los jóvenes aspira a las 10 profesiones más mencionadas. Además, hay notorias diferencias por género y por nivel de ingreso. Las mujeres están más inclinadas hacia carreras de interés social que los varones y menos interesadas en carreras con interés de investigación o en el emprendedurismo. Por su parte, 81% de los jóvenes son nivel socioeconómico alto aspira a ocupaciones de alta calificación, mientras que esta proporción desciende a 57% entre los jóvenes de nivel socioeconómico bajo.

Top 10 de ocupaciones más mencionadas como aspiración

Estos hallazgos sugieren que los jóvenes están expuestos al riesgo de frustrarse en el proceso de búsqueda de empleo. Esto se debe a la combinación de aspiraciones altas respecto a una realidad de escasos medios para alcanzarlas: bajos logros educativos, poca vinculación entre los empleos y la formación que recibieron, falta de conocimientos, falta de información y acompañamiento que oriente sobre el mercado laboral y falta de modelos a seguir.

Cambiando la narrativa: cinco propuestas para reducir la brecha aspiracional

La evidencia sobre Uruguay, al igual que la evidencia para otros países de nuestra región y del mundo, sugiere que la narrativa de que los jóvenes están perdidos y no saben lo que quieren es infundada. De hecho, los datos muestran que los jóvenes están expuestos al riesgo de frustrarse por un mercado laboral que no logra satisfacer sus expectativas y por la falta de medios para convertir sus aspiraciones en realidad.

Esta brecha aspiracional implica que existen ganancias potenciales para Uruguay y los países de la región si se alcanza una mayor alineación entre las aspiraciones de los jóvenes y las oportunidades del mercado laboral. Las políticas públicas pueden tener un rol importante en incentivar a los jóvenes a desarrollar al máximo su potencial y ponerlo a disposición de las comunidades donde viven, o ingresar al mundo del trabajo a través de nuevas formas de empleo remoto en el mercado laboral regional o incluso global.

Cinco propuestas para orientar políticas públicas de impacto que ayuden a convertir las aspiraciones en oportunidades son:

  1. Asegurar trayectorias educativas completas para los jóvenes, por ejemplo, reduciendo las barreras económicas que suelen ser causa de deserción escolar, y promoviendo entornos estimulantes y seguros y ofertas educativas flexibles;
  2. Proveer información y orientación, asegurando que los jóvenes de todos los niveles socioeconómicos tengan acceso a información oportuna y adaptada a la edad sobre trayectorias educativas y profesionales y a orientación, mentorías y tutorías -sobre la mejor manera de lograr sus objetivos;
  3. Reducir las brechas de habilidades ofreciendo hacia el final del ciclo secundario programas duales, pasantías, prácticas profesionalizantes en entornos laborales reales (o virtuales), o desarrollando oportunidades para aprender en el trabajo y recibir capacitación continua en el ámbito laboral;
  4. Promover el acceso a un primer empleo de calidad, ofreciendo programas de aprendices y proporcionando incentivos para la formalización de empleos informales que en muchos casos son los primeros a los que acceden los jóvenes como cuidadores de niños, peones de construcción y vendedores en tiendas;
  5. Trabajar activamente en la reducción de estereotipos de género, por ejemplo, aumentando la exposición de las jóvenes a modelos a seguir de mujeres exitosas en el mercado laboral, y profesionalizando las ocupaciones y oficios en los que históricamente predominan las mujeres.

Para el BID el desarrollo de habilidades para el trabajo y de trayectorias de aprendizaje y laborales exitosas a lo largo de la vida es un asunto prioritario para cultivar al capital humano que necesita nuestra región para impulsar el crecimiento y aprovechar todo su potencial. También representa una oportunidad para intentar acercar las aspiraciones de los jóvenes a trabajos de calidad.

La acción frente al cambio climático y el crecimiento sostenible y productivo de nuestra región necesitan de personas formadas y con habilidades que puedan materializarlos. Haz clic acá para aprender tres lecciones clave sobre capital humano en la transición energética.

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¿Cómo convertimos a las aspiraciones de los jóvenes en oportunidades reales?
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