*Por Liuba Kogan
En el Perú se respira racismo y las encuestas muestran que los peruanos lo vivimos de diversas formas en nuestra vida cotidiana. Nos parece incluso natural que los blancos sean considerados bellos, inteligentes y buenos. Sin embargo, esa asociación no es natural sino que es adquirida históricamente.
En el período colonial existían leyes diferenciadas para españoles y para indios, los negros no tenían derechos por su condición de esclavos y los mestizos se encontraban en un limbo legal. A pesar de ello, españoles, indios y negros se casaban o unían extramatrimonialmente. Su descendencia dio pie a un conjunto de castas o categorías de personas clasificadas según su color de piel, donde lo blanco se asumió como indudablemente superior debido a que los conquistadores detentaban el poder económico, político y social. Y quien parte y reparte, se lleva la mejor parte.
En esa época, como hoy en día, las personas buscaban blanquearse como una forma de aumentar su prestigio social y las oportunidades de una vida buena. En palabras de la época, se buscaba limpiar la mancha que implicaba tener sangre no blanca; es decir, rasgos andinos o negros y sus combinaciones. Para ello, se aspiraba a casarse con personas lo más blancas posible para mejorar la raza y así aumentar el valor social de la familia.
No solo se desarrollaba la práctica del blanqueamiento mediante matrimonios selectivos con personas consideradas más blancas, sino también a través de la cosmética: fueron populares en la época las cremas blanqueadoras, el maquillaje que aclaraba la piel y el uso de ropas lujosas como símbolo de pertenencia a una familia decente.
Ya en la República y con el aval del racismo científico del siglo XIX e inicios del XX (la propuesta de intelectuales o científicos europeos que afirmaban que existían razas superiores y otras inferiores), se vio como pertinente desarrollar políticas migratorias con la finalidad de atraer europeos para mejorar la raza.
Como podemos apreciar, la idea de que lo blanco es bello y bueno es producto de nuestra historia colonial. Tal vez sea esa una de las formas de dominación más perversa, de la que aún no nos hemos deshecho a pesar de casi 200 años de independencia. Nuestra vida sigue marcada por la impronta de nuestro color de piel y nuestros rasgos físicos: no nos hemos deshecho aún de la idea de lo blanco como superior, bello y bueno. Todavía se venden con mucho éxito cremas blanqueadoras para la piel y la práctica del blanqueamiento a través del matrimonio se ve con buenos ojos.
Las formas del racismo son diversas y son vividas de modo particular. Hay racismo contra blancos, negros, mestizos y asiáticos; es decir, todos contra todos. Para muestra un ejemplo: una joven afroperuana, que logró culminar sus estudios como comunicadora y acceder a un puesto en una institución privada, decidió renunciar a un buen trabajo porque cada vez que su jefe la presentaba a los clientes les decía: “Fíjense Carmencita es negra y no sabe bailar ni preparar picarones”.
*Liuba Kogan es jefa del Dto. Académico de Ciencias Sociales y Políticas de la Univ. del Pacífico (Perú). Doctora en Antropología por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Magíster en Estrategias de la Comunicación por la Univ. Lima y sociologa por la PUCP. Está especializada en estudios de género, desigualdad y discriminación social, metodologías de la investigación social y teoría social contemporánea.
Este artículo fue originalmente publicado en el diario El Comercio del Perú
The post Altos, lindos y blancos appeared first on ¿Y si hablamos de igualdad?.