Por Alice Driver*
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Cuando vivía en Ciudad de México, recorría la ciudad en metros y autobuses tan abarrotados que no sabías quién te estaba tocando. Todas las mujeres que conozco, incluyéndome a mí misma, tiene una historia personal de manoseos, asaltos o intimidaciones en el transporte público. La cotidianeidad de la violencia en la vida de las mujeres a menudo pasa desapercibida, pero el manifiesto misógino de Elliot Rodger, que en mayo pasado mató a seis personas e hirió a otras 13 en Santa Bárbara, California, ha dejado ya más de 2 millones de tweets con el hashtag #YesAllWomen.
En su manifiesto, Rodger escribió: “Empecé a odiar a todas las chicas. Las veía como criaturas ruines, crueles y despiadadas que disfrutaban con mi sufrimiento”. También proponía que se las internase en campos de concentración y que sólo los “hombres racionales” pudiesen elegir a su pareja.
Aunque algunas fuentes periodísticas etiquetaron a Rodger como un “enfermo mental”, es importante tener en cuenta qué aspectos de nuestra cultura misógina contribuyeron a alimentar su actitud. Como escribió Sasha Weiss en The New Yorker, “las fantasías de Rodger son tan extrañas y extremas que es fácil catalogarlas como locura. Pero leyendo su manifiesto puede entreverse, entre las distorsiones de una mente furibunda, la base de los principales valores culturales estadounidenses: belleza y fuerza son recompensadas. Las mujeres son premios que se ganan, el reflejo del capital social de un hombre. Riqueza, una casa grande y fama son los más altos logros. La soledad y los pobres son invisibles. Rodger estaba más loco y era violento que la mayoría de la gente, pero sus creencias están en línea con las ideas misóginas, basadas en clases, que muchos defienden”.
Inmediatamente después de los asesinatos, las mujeres comenzaron a compartir en Twitter experiencias de violencia y acoso bajo el hashtag #YesAllWomen. Y hablaron de la humillación diaria que supone preocuparse por su seguridad en los espacios públicos, ser manoseada, amenazada o violada. Se abordaron temas específicos, como el hecho de que en 30 estados de EE.UU. los violadores mantienen derechos por paternidad como las visitas de fin de semana.
Como reacción, algunos hombres empezaron a twittear #NotAllMen, un intento por silenciar la conversación, de decir que al discutir su realidad cotidiana las mujeres estaban insultando a todos los hombres. Además, alegaban que Rodger también había matado a hombres, lo que probaba que los asesinatos no eran misóginos. ¿Por qué las mujeres no pueden hablar acerca de sus experiencias individuales sin ser silenciadas o insultadas?
¿Cómo sería esta discusión en Latinoamérica?
Como un reciente mapa de tweets muestra, EE.UU. y Reino Unido concentran la mayor parte del hashtag #YesAllWomen. Pero ¿cómo sería esta discusión en América Latina y el Caribe? ¿Cómo contribuirían a este debate las preocupaciones y experiencias de las mujeres de la región?
En países como México, Guatemala y Costa Rica, con altas tasas de feminicidio, ¿qué tipos de violencia cotidiana marginalizan a las mujeres y sus voces? En la investigación que realicé sobre la violencia contra las mujeres en México para mi próximo libro, More or Less Dead, presencié una y otra vez cómo se menosprecia el testimonio de las mujeres ante un crimen, cómo la policía se niega a tomarlas en serio, cómo los jueces dicen que son prostitutas o malas madres en lugar de escucharlas.
Entrevisté al periodista mexicano Sergio González Rodríguez, autor de un libro de investigación sobre la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez. Cuando le pregunté por qué creía que el término feminicidio era importante me dijo: “Los hombres no son asesinados por ser hombres. Las mujeres son asesinadas por ser mujeres, y son víctimas de la violencia masculina porque son mujeres. Es un crimen de odio contra el género femenino. No podemos ignorar esto. Estos son crímenes de poder. Sí, aquí se matan hombres como moscas, pero que no son asesinados por ser hombres. Las mujeres, sí”.
Para participar en la conversación sobre la misoginia y la violencia en la vida diaria de las mujeres en Latinoamérica y el Caribe, súmate a #SíTodasLasMujeres y comparte tu historia.
*Alice Driver es escritora y explora en sus trabajos asuntos de género, derechos de las mujeres y derechos humanos, con un especial foco en México. Su libro “More or Less Dead: Feminicide, Haunting, and the Ethics of Representation in Mexico”, será publicado por la University of Arizona Press en 2015.
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