Foto: Matthew G
Sabemos que, a la hora de buscar empleo, no todos tenemos las mismas opciones. Qué estudios tenemos (si los tenemos) así como dónde los hemos cursado son algunos de los factores que influyen en ello. Son realidades con las que debemos convivir: no todos sabemos lo mismo o tenemos las mismas habilidades en lo que hacemos. Sin embargo, en otras ocasiones se dan ventajas injustas.
Hace unas semanas, me percaté durante una visita que una institución muy prestigiosa contaba con un alto número de profesionales jóvenes. Al preguntar por este dato, me respondieron que se trataba de pasantes no pagados que trabajaban gratis varios meses con la esperanza de terminar siendo contratados. Al ser una entidad muy reconocida y que se considera como un excelente lugar para hacer o iniciar carrera, muchos jóvenes se presentan a convocatorias para pasantes no pagados y luego es la institución la que escoge a los mejores para trabajar por un tiempo con ellos. Esto permite a los elegidos tener una interesante experiencia laboral y aprender trabajando para una entidad que les da un valioso sello de excelencia. Esos chicos eran -en la práctica- beneficiarios de una beca de capacitación de sus padres que mejoraba su empleabilidad a lo largo de la vida. La pregunta que me surgió fue: ¿serán los mejores para estos puestos que van a ocupar o, simplemente, partieron con ventaja?
Al terminar la visita pensé que, básicamente, en muchos casos una de las funciones que deben tener los programas sociales es justamente darle acceso a esa clase de oportunidades a los miles de jóvenes cuyos padres no pueden financiar que ellos trabajen gratuitamente durante meses, y que así obtengan una experiencia laboral relevante. Miles de jóvenes se esfuerzan para pagarse una educación trabajando mientras estudian para descubrir que la experiencia de trabajo sirviendo hamburguesas, por ejemplo, no vale a la hora de querer obtener un trabajo de contador. Estos jóvenes entran al mundo del trabajo y descubren que muchas entidades prestigiosas (e incluso algunas no prestigiosas), a la hora de contratar, ofrecen la opción de trabajar unos meses a prueba gratuitamente. Me resulta parecido a jugar a las sillas musicales, pero con la opción de que algunos lleven su propia silla, lo que garantiza que queden sentados.
Estos programas, conocidos como Políticas Activas de Mercado Laboral (PAML), buscan democratizar el acceso a oportunidades al darle una alternativa a un joven que no puede quedarse durante varios meses sin un ingreso, de obtener una buena experiencia laboral y oportunidad de ser contratado. El programa financia un apoyo económico básico que permite al joven competir con aquellos que cuentan con esos recursos por su situación económica familiar.
Este impacto social es equivalente al que justifica financiar becas escolares para jóvenes de escasos recursos. Iguala las oportunidades y debería servir de trampolín a muchos jóvenes que están saliendo de la pobreza a través de su esfuerzo o gracias al apoyo de programas sociales. Es por eso que estos programas tienen un lugar en la lucha contra la pobreza que no se entiende fácilmente. El costo de apoyar con educación a un niño durante doce años a fin de que salga de la pobreza se ve potenciado en sus efectos por un gasto pequeño de equiparar sus posibilidades de ingresar al mercado de trabajo con un mejor empleo, ya sea a nivel de sueldo o porque el mismo sea un empleo formal.
Los programas sociales tienen un lugar apoyando a la redistribución y ayudando a que existan mejores oportunidades, en igualdad, para millones de personas.
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